Espacios verdes y desarrollo cognitivo en la infancia

¿Sabías que existen estudios que relacionan un mayor desarrollo cognitivo en la infancia y mejores capacidades en la edad adulta con el contacto con espacios verdes?

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Índice

Espacios verdes y desarrollo cognitivo podrían estar vinculados

Existen estudios que relacionan el contacto con espacios naturales al aire libre con un mayor desarrollo del conocimiento en la infancia y con mejores capacidades en la edad adulta. Sin embargo, las evidencias científicas todavía no resultan concluyentes.

Las funciones cognitivas son esenciales para las personas. Un desarrollo cognitivo pobre en la infancia puede conducir a una carga de enfermedad substancial y puede acarrear consecuencias para toda la vida (Walker et al., 2011). Entre los factores de riesgo para un desarrollo cognitivo reducido figuran una variedad de factores biológicos, psicosociales y ambientales (Walker et al., 2011). Dentro de esta última categoría se ha observado que la contaminación del aire y el ruido pueden tener un efecto negativo directo sobre las capacidades cognitivas, una influencia negativa directa que se produciría a lo largo de toda la vida (Guxens et al., 2014; Rivas et al., 2019; Tzivian et al., 2015).

Otros aspectos característicos de los entornos urbanos, como el uso mixto del suelo, la “caminabilidad” (o facilidad para desplazarse a pie) o la presencia de espacios verdes también se han relacionado con el desarrollo y las funciones de la cognición, ya sea directamente o bien indirectamente a través de la actividad física, la depresión o la interacción social (Besser, McDonald, Song, Kukull, & Rodríguez, 2017; Wu, Prina, & Brayne, 2015).

Dos revisiones de literatura científica realizadas en 2012 (Bratman, Hamilton, & Daily, 2012) y en 2016 (de Keijzer et al., 2016), respectivamente, recogieron evidencias científicas que muestran que la exposición a espacios verdes podría estar asociada con un efecto beneficioso en la cognición y que este podría extenderse a lo largo de toda la vida. En los últimos tres años han aparecido otros estudios que añaden nuevos datos al respecto.

Espacios verdes y desarrollo cognitivo en la infancia: estudios que los relacionan

Los estudios disponibles sobre espacios verdes y desarrollo cognitivo en la infancia han analizado el espacio verde alrededor del domicilio o de las escuelas en relación con el rendimiento académico, los resultados en tests cognitivos o los problemas de concentración y atención.

La literatura sobre espacios verdes y rendimiento académico es escasa e incluye principalmente estudios realizados con alumnos de primaria y realizados con un diseño observacional. Sin embargo, los resultados son dispares y, por tanto, no permiten establecer conclusiones (Browning, Rigolon, Browning, & Rigolon, 2019).

En una investigación llevada a cabo en Portland (Estados Unidos), la presencia de árboles a una distancia de 100 metros de los colegios se asoció con mejores resultados en tests de lectura (Donovan, Michael, Gatziolis, & Hoyer, 2018).

Otro trabajo llevado a cabo en el Reino Unido con niños y niñas de 11 años observó que aquellos que vivían en vecindarios más verdes mostraban un mejor desempeño en tareas de memoria de trabajo espacial en comparación con aquellos que vivían en vecindarios menos verdes (Flouri, Papachristou, & Midouhas, 2019).

Recientemente, otro estudio realizado también en Reino Unido reportó que los niños y niñas que habían crecido en barrios con más espacio verde mostraban un mejor desarrollo cognitivo en general, pero concluía que esta asociación se debía probablemente a factores socioeconómicos tanto familiares como del propio barrio (Reuben et al., 2019). Además, una investigación llevada a cabo en Alemania con estudiantes de entre 10 y 15 años no halló asociaciones entre mayor exposición a espacio verde en casa, en la escuela o en ambas combinadas con el rendimiento académico (Markevych et al., 2019).

Uno de los escasos estudios longitudinales disponibles, realizado en la ciudad de Barcelona, mostró que los niños y niñas que asistían a escuelas con más vegetación tanto en el propio centro como en su perímetro mostraban un mejor progreso en el desarrollo de la memoria de trabajo y una mayor reducción de la falta de atención a lo largo de un año. Esta asociación también se observó cuando se combinaba la exposición total a la vegetación en el domicilio, en la escuela y en los trayectos entre ambos (Dadvand et al., 2015).

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Infografía: espacios verdes y desarrollo cognitivo en la infancia

Por último, un estudio reciente realizado en China con 1.312 parejas de madres e hijos evaluó la vegetación alrededor del domicilio en el momento del nacimiento y el desarrollo cognitivo a los 24 meses de edad. Los resultados mostraron que los bebés con más espacios verdes alrededor de casa obtenían mejores resultados en tests cognitivos que medían agudeza visual, memoria, aprendizaje, resolución de problemas y pensamiento abstracto (Liao et al., 2019).

Espacios verdes y desarrollo cognitivo en adultos

Las evidencias disponibles acerca de una relación entre espacios verdes y una mejor función cognitiva en adultos provienen de diversos estudios experimentales generalmente centrados en exposiciones a corto plazo (Bratman et al., 2012). En experimentos cuyos participantes fueron expuestos a imágenes de paisajes naturales o de escenas urbanas, se reportó un rendimiento en tests cognitivos significativamente mejor tras haber observado las imágenes de espacios naturales (Berto, 2005; Laumann, Gärling, & Stormark, 2003).

La exposición a largo plazo a los espacios verdes ha sido investigada por medio de diversos estudios transversales que tuvieron en cuenta el espacio verde que se podía observar a través de las ventanas del domicilio. Los resultados de estos trabajos muestran que el hecho de tener vistas a espacios verdes desde el interior de casa está asociado con efectos positivos sobre la cognición, como por ejemplo una reducción en los problemas de concentración (Bodin, Björk, Ardö, & Albin, 2015), una menor distracción (Kaplan, 2001) o un mejor rendimiento en tests de la capacidad de atención dirigida, el recurso mental que nos permite gestionar voluntariamente el enfoque y la dirección de nuestros pensamientos y regular nuestra emoción (Tennessen & Cimprich, 1995).

Un estudio llevado a cabo en tres ciudades europeas observó una pequeña asociación positiva entre proximidad del domicilio a un espacio verde y rendimiento en un test cognitivo, aunque no halló asociaciones en lo que se refiere a la cantidad de espacio verde alrededor del domicilio, la autopercepción en cuanto a la vegetación existente en el barrio, o las visitas a espacios verdes (Zijlema et al., 2017). De igual modo, un estudio realizado en Canadá con más de 6.600 adultos no encontró asociaciones entre la cantidad de vegetación alrededor del domicilio y las funciones cognitivas (Hystad, Payette, Noisel, & Boileau, 2019).

Mecanismos sugeridos

Existen diversos mecanismos que permitirían explicar la relación entre espacio verde y cognición. Uno de los que se mencionan de manera más frecuente es la teoría de la restauración de la atención (ART, por sus siglas en inglés). Dicha teoría sugiere que la atención dirigida se puede restaurar a través de la interacción con la naturaleza. Puesto que los espacios naturales requieren mínimamente del uso de la atención dirigida, se considera que son propicios para reestablecer esta función (Kaplan & Kaplan, 1989).

Se sabe que los espacios verdes promueven la actividad física. El hecho de llevar a cabo ejercicio físico en espacios verdes podría conllevar beneficios cognitivos adicionales que no se observan en entornos urbanos. Existen estudios que han observado que caminar en entornos naturales, en comparación con hacerlo en ambientes construidos, se asocia con mejoras en la memoria y en la capacidad de atención (Berman, Jonides, & Kaplan, 2008; Bratman, Daily, Levy, & Gross, 2015; Gidlow et al., 2016; Hartig, Evans, Jamner, Davis, & Gärling, 2003). De la misma manera, jugar en la naturaleza podría estar asociado con un mejor desarrollo cognitivo en la infancia, ya que estimula la capacidad para el descubrimiento, la creatividad, la superación de retos, la asunción de riesgos, la autoestima y los estados emocionales básicos (Kahn Jr y Kellert, 2002; Tillmann, Tobin, Avison, & Gilliland, 2018). Además, los espacios verdes son lugares propicios para la interacción social y pueden contribuir a disminuir los sentimientos de soledad y a aumentar los apoyos sociales (de Vries, van Dillen, Groenewegen, & Spreeuwenberg, 2013).

Por último, los espacios verdes pueden desempeñar un papel en la mitigación del ruido y de los efectos de la contaminación atmosférica, que a su vez están asociados con un desarrollo cognitivo más lento y con un mayor deterioro cognitivo. La vegetación puede ejercer de escudo amortiguador del ruido y reducir las molestias asociadas a este. Asimismo, determinados tipos de vegetación tienen la capacidad para mejorar la calidad del aire (Markevych et al., 2017).

Solo unos pocos estudios se han ocupado de investigar estos posibles mecanismos. Uno de ellos mostró que un contaminante del aire relacionado con el tráfico, el carbono elemental, permitía explicar entre el 20% y el 65% de las asociaciones entre espacio verde en las escuelas y desarrollo cognitivo a lo largo de un año (Dadvand et al., 2015). A su vez, el estudio realizado en Portland mencionado anteriormente encontró una relación entre la densidad de carreteras alrededor de las escuelas y peores resultados en tests de lectura (Donovan et al., 2018).

Conclusiones

Si las analizamos en su conjunto, las evidencias disponibles todavía no son suficientes como para considerar establecida la relación entre exposición a los espacios verdes y beneficios en las funciones cognitivas a largo plazo (Norwood et al., 2019). Esto es debido a que el número de estudios existentes es aún limitado y a que la mayoría tiene un diseño transversal que no permite establecer causalidad (de Keijzer et al., 2016). Los datos con los que contamos hasta la fecha sí que sugieren que existe una relación beneficiosa de la exposición a espacios verdes con el desarrollo cognitivo en la infancia y con la función cognitiva en la edad adulta. Para pasar de sugerir a afirmar con seguridad todavía es necesario que la ciencia avance y produzca nuevas evidencias.

 

Escrito por la Dra. Wilma Zijlema, epidemióloga ambiental, investigadora postdoctoral en Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

 


Referencias
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