El impacto negativo de un entierro tradicional en el medioambiente

Los entierros tradicionales, tal como están planteados en la mayoría de opciones, provocan la emisión de cantidades importantes de dióxido de carbono

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Pese a que poco a poco van incorporando nuevas maneras de enfocar los funerales, la sostenibilidad de estos continúa siendo una asignatura pendiente. Un entierro tradicional, tal como está planteado en la mayoría de opciones, provoca la emisión de cantidades importantes de dióxido de carbono, sea por los distintos procedimientos como por el uso de sus materias primas o su transporte.

Pero no solo son los gases contaminantes, sino también la contaminación que se genera en la tierra. Los cuerpos durante los funerales, se embalsaman con productos químicos que no son precisamente beneficiosos para el subsuelo. O se utilizan materiales cuyo impacto sobre la tierra y el entorno son muy agresivos. Hay muchos países que tratan de paliar esta situación y cada vez hay más funerales y cementerios ecológicos en el mundo. En España todavía son escasos. No toda la Industria se pone las pilas. Y la Administración todavía no ha legislado a favor de estas alternativas funerarias.

La muerte a veces es un tabú, quizás también por las connotaciones religiosas que puede tener. Y movilizar a un sector que lleva años al frente sin ninguna interferencia, no es precisamente fácil. Pero la urgencia climática es una realidad y los entierros tradicionales no ayudan a paliar esa contaminación. Veamos algunos datos.

Las estadísticas del Grenn Burial Council

En EE.UU. existe el Green Burial Council, algo así como el Consejo de Entierros Ecológicos. Este organismo ha declarado que en EEUU anualmente la tierra se contamina con 3 millones de formaldehído (proveniente de los productos químicos usados para embalsamar a los cuerpos), 1.300 toneladas de cemento (provenientes de las lápidas) y 13.600 toneladas de acero y otros metales (salidos de los féretros).

El impacto medioambiental de los entierros tradicionales en Francia

Pero no hace falta irse tan lejos para evaluar el impacto de la industria funeraria sobre el medioambiente. En Francia publicaron a finales del 2017 un estudio en que analizaba el impacto ecológico de los distintos ritos funerarios que se practicaban en la zona de Ile-de-France, la región parisina. Impulsado por la Fondation Services Funéraires de Paris, se trataba de un estudio detallado en que analizaba el ciclo de vida del servicio funerario, sea para la inhumación como por la cremación. El Análisis de Ciclo de Vida (ACV) es una técnica que permite determinar los aspectos ambientales e impactos potenciales asociados a un producto o servicio. De esta manera, el estudio francés nos sirve para saber cómo los distintos productos y servicios utilizados durante un funeral impactan de manera directa en el medioambiente. En este caso, el indicador empleado para cuantificar el impacto ambiental ha sido el número de kilos de CO2 equivalentes (Kg CO2 eq) que provocan el efecto invernadero.

La inhumación, el entierro tradicional más dañino

El estudio “Analyse environnementale comparative du rite de la crémation et de l’inhumation en Ile-de-France” detalla el impacto de cada práctica funeraria, de sus procedimientos y materiales utilizados. Así pues, el informe concluye que la peor práctica es la inhumación basada en la deposición del cuerpo en un ataúd de madera en una tumba o un nicho de hormigón. En el caso del entierro bajo tierra, la cavidad mortuoria se prepara cociendo la piedra calcárea y la arcilla a más de 1.450 ºC y luego se rellena con cemento y hormigón. Si además esta tumba tiene complementos esculturales o templetes, entonces puede llegar a equivaler al impacto de más de 5 cremaciones.

Una vez enterrado el cuerpo hay que tapar el hoyo con una lápida. En Francia (y en España igual) la mayoría de losas son de granito y eso significa que en gran parte de los casos hay que importarla de países lejanos como China, África del Sur, Brasil, Noruega y Portugal. Aunque también hay bastante producción en Francia, la mayoría de lápidas de granito están importadas de China. Eso provoca un impacto medioambiental (debido a las emisiones generadas durante el transporte de dicho material) hasta 2’7 veces más nocivo que el impacto que genera el granito local. Los viajes del granito en Francia suman una media de 772 km; los que vienen de China, llegan a los 20.000 km de media.

También sucede algo similar con la madera del ataúd. En Francia la gran mayoría de la madera proviene de bosques franceses. En España, aunque no hay datos contrastados, se utilizan sobre todo madera de chopo y de cedro. Aunque hay una cantidad importante de ataúdes que son importados de otros países con madera tropical. Y ya se sabe que cualquier material que no sea autóctono o de km 0, genera irremediablemente una gran cantidad de dióxido de carbono. Además está el hecho de que la madera usada para estos féretros no proviene de bosques certificados, en los que se puede controlar la cantidad de madera extraída para evitar la deforestación de zonas tropicales. Y hay que sumarle al ataúd una serie de embellecedores como son asas (normalmente de metal) y barnices (con disolventes de alta toxicidad ambiental).

Así pues, el estudio francés concluye que la inhumación equivale al 11 % de las emisiones de un francés medio en un año o a recorrer 4.023 km en automóvil utilitario para transportar una persona o a realizar 260.209 km en tren. En cambio, la cremación equivale a la media del 3 % de las emisiones medias de un francés en un año, o bien realizar 1.124 km en coche o de 72.677 km en tren.

El impacto de la cremación

Pero la cremación o incineración tampoco es el método menos dañino para el medioambiente. Y gran parte de la culpa lo tienen los gases contaminantes que se generan durante el proceso de quema del féretro, aunque todo depende de la tecnología del horno. El estudio detalla que del total del impacto ecológico de este método, un 56% corresponde al consumo de gas. Eso sí, dependiendo de cada horno, pues hay muchos hornos que están preparados para poder ser más eficientes en el gasto de la energía. También cuantifica el impacto de la infraestructura (es decir la construcción de los hornos, el funcionamiento y el mantenimiento) en un 24% y el impacto que tiene la cremación del féretro en un 12%, aunque eso dependerá del tipo de madera y de los barnices utilizados.

Aunque el estudio no lo evalúe de manera directa, también hay que tener en cuenta el impacto que genera la cremación del cuerpo. Como hemos dicho, cualquier cadáver por regla general es embalsamado para que se pueda mostrar con la mejor de las caras a los familiares y allegados durante el velatorio. Este trabajo lo realizan los tanatoprácticos y para ello utilizan todo tipo de productos químicos, como el formaldehído, elemento terriblemente tóxico. Además, los muertos serán enterrados con sus mejores galas, normalmente ropa sintética que al quemarse también generará dióxido de carbono. Las emisiones de gases tóxicos de estos hornos han puesto en alerta a más de uno y es que ya se han publicado algunos informes que concluyen que en zonas cercanas a crematorios la calidad del aire es peor y aumentan los problemas de salud.

La inhumación directa, el entierro más ecológico

Una vez repartidas las culpas, el estudio determina cuál es la manera menos dañina de enterrar un cuerpo para el medioambiente: la inhumación directa. Es decir, el entierro del cuerpo directamente en el subsuelo, sin tumba, sin lápida, solo el cuerpo envuelto en un paño de textil natural y biodegradable. Estas prácticas todavía son muy residuales en Francia. En España son inexistentes y de hecho está prohibido enterrar un cuerpo así. Quizás es momento de modificar esa dinámica y apostar por las iniciativas funerarias más ecológicas.

Pero podemos estar tranquilos, ya que no todo pasa por la inhumación directa. Se puede reducir considerablemente el impacto ecológico de un funeral contactando con aquellos servicios que emplean métodos con un mínimo impacto medioambiental. Y esto es lo que persigue el Seguro de Deceso Ecológico de DKV, que uno se pueda asegurar de que su muerte sea lo menos contaminante posible. Que nuestro paso por esta vida deje una huella perdurable en nuestros allegados y la mínima huella de carbono posible en el planeta.

 

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